26 de julio de 2024

Como un mundial por la educación pública

Los organizadores estiman 800 mil manifestantes en la Plaza de Mayo y el Congreso, que obligaron a replegar cualquier «operativo antipiquetes» y marcaron un hito de resistencia en la era Milei.

Superó todas las expectativas y las proyecciones de los organizadores, desbordó todas las calles desde el Congreso hasta la Plaza de Mayo. Fue festivo, heterogéneo, transversal. Atravesó generaciones, pertenencias sociales y partidarias. Reveló —ya se sabía, pero ayer fue reafirmado con tal contundencia que elevó esta certeza al orden de manifiesto— que la educación pública es un valor identitario fundante para la sociedad argentina, irrenunciable. El estudiantazo del 23 de abril movilizó a una multitud que los organizadores estimaron en 800 mil personas, y que llegó al millón de manifestantes contabilizando las marchas en las principales ciudades del país, también con convocatorias récord. 

Se transformó así en un gran hito político de resistencia a las políticas de ajuste del gobierno de Javier Milei, protagonizado por una porción tan importante de la ciudadanía que no deja margen para las descalificaciones habituales. Que hasta cortó de cuajo la avidez represiva de la ministra Patricia Bullrich, que temprano por la tarde sacó las filas y vehículos policiales a exhibirse amenazantes, para pronto replegar ante los ríos de gente que comenzaban a llegar.  

«Defendemos el acceso a la educación superior pública como un derecho. Creemos en la capacidad igualadora de la educación pública y gratuita, en el poder transformador de la universidad como formidable herramienta de movilidad social ascendente y en el aporte diferencial y sustantivo de la producción científica», decía el documento que leyó en el acto central la cordobesa Piera Fernández De Piccoli, presidenta de la Federación Universitaria Argentina (FUA). «Todos los problemas que tenemos se resuelven con más educación y universidad pública, con más inversión en ciencia y tecnología. Queremos que nuestras instituciones sean el dispositivo que le permitan a la Argentina desandar las desigualdades estructurales y emprender la senda del desarrollo y la soberanía. La educación nos salva y nos hace libres. Convocamos a la sociedad Argentina a defenderla».

También Taty Almeida sumó su voz en las definiciones: «Estoy en nombre de todas las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y de la mesa de organismos de derechos humanos. Pero no solo estoy como madre, también como docente, porque yo también caí en la escuela pública. Hay que defender la enseñanza pública, las universidades, porque es uno de los derechos humanos el derecho a la educación», señaló. Y el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel: «La Universidad pública, libre y gratuita es una de las grandes conquistas de nuestro pueblo. Y no vamos a renunciar a ella». Y representantes de todos los gremios docentes de todo el país.

Imaginación al poder

Los mismos conceptos aparecieron estampados como estandartes de la marcha en cientos y cientos, miles de carteles caseros, pegatinas artísticas en las paredes, y hasta remeras estampadas a mano o intervenciones con formas de sombrero, de careta, de títere. «Que el privilegio no te nuble la empatía». «Rebelate y educate». «Más plata para educar, no para reprimir». «Más Télam, Menos Twitter». «Jamoncito, te vamo a fetear». «No nos querés libres, nos querés ignorantes». «Viva la educación, carajo». «Milei, date cuenta, Conan está muerto y la universidad pública más viva que nunca». Y en un pañuelo blanco: «Los lápices siguen escribiendo». 

Fuente: Página 12