El que escribe tuvo la oportunidad de escucharlo por casi una hora, en una reunión reservada para referentes de la comunidad ucraniana en la Argentina. Nos encontramos con la misma persona que desde hace casi dos años se plantó ante un supuesto gigante, que pensó que en solo tres días tomaría su país. El mismo que recorrió el mundo reclamando por la invasión a su país, por los crímenes de guerra contra su pueblo, por el secuestro de niños, por la libertad de su país.
Se tomó su tiempo para explicar la situación que vive Ucrania, de los apoyos, de quiénes aún no entienden de la gravedad de la situación. No titubeó al afirmar que Ucrania y los ucranianos creen en la paz y trabajan en ello, que obviamente Putin es el hombre que se niega a sentarse a negociar.
Mostró agradecimiento por la actitud de la Argentina, por el apoyo y afecto recibido, puso énfasis en “el nuevo aire” que se respira y que América Latina puede hacer mucho por el proyecto de paz de Ucrania.
Cargadas de afecto fueron sus palabras para las comunidades ucranianas por la atención que prestan a Ucrania, su colaboración en este tiempo y que a pesar de los más de 125 años que llegaron los primeros inmigrantes, mantienen sus tradiciones y no se olvidan de la tierra de sus ancestros.
Nos llenó de emoción, sin dudas un hombre valiente, que no eludió el mandato de su pueblo, que quiere ser europeo, democrático y jamás renunciar a su identidad. La historia tendrá un buen capítulo sobre su vida y obra.
Escuché y estreché la mano de tres presidentes ucranianos, esta vez, Volodimir Zelenski, me dejó la impresión que saludé y abracé a un verdadero patriota, lleno de coraje y de humildad.
