La pandemia de COVID-19 pasó; gran parte de la población ha sido inmunizada con las vacunas y se registran bajos índices de mortalidad en todo el país a causa de este virus. Es normal observar en comercios e incluso establecimientos hospitalarios cartelería respecto a su prevención que quedó de años anteriores. El problema es que no sólo persiste la cartelería sino también sus protocolos en lugares claves como el Hospital Pediátrico de Misiones.
Protocolos preventivos para el COVID-19 que parecieran ser irremovibles. «Un acompañante nada más», dice el médico de guardia desde su consultorio ante un cuadro de alerta en un menor de edad que llegó al establecimiento con ambos progenitores. El contexto no lo amerita ni tampoco el sentido común.
La sala de espera del Hospital Provincial en su guardia pediátrica, minada de mosquitos, pareciera ser el mejor caldo de cultivo para que los titulares por fallecimientos en Misiones por el dengue – ya se notifican dos decesos en la última semana por arbovirosis, uno de ellos una niña de sólo 5 meses – sigan en aumento y nos preguntemos los motivos, como si nadie viera, escuche o sepa nada.
Y si uno supone que evadir el ataque de un Aedes Aegypti puede ser algo sencillo, se recomienda pruebe esperando entre dos y tres horas a que lo atiendan. Es que en la capital provincial la demanda pediátrica no parece ser suficiente para sumar más de un médico responsable para el área que se presenta cada una hora a atender.
Con autoridades flamantes en la cartera es tiempo de visualizar estos espacios públicos como el real reflejo de los misioneros y el esfuerzo que hace la provincia en contar con estos espacios. Es tiempo, y obligación de los responsables, de honrar la inversión y aporte que se realiza a través de cada uno de los impuestos que recortan el salario y que permiten contar con esa infraestructura que brinda tantos puestos de trabajo. Es hora de pensarnos como ejemplo y aspirar a ser eminencias en la región. Empecemos con lo básico.
