La única iglesia católica en la Franja de Gaza, la parroquia de la Sagrada Familia, fue alcanzada por un bombardeo israelí que dejó al menos cuatro muertos y siete heridos. Entre los lesionados se encuentra el sacerdote argentino Gabriel Romanelli, quien sufrió heridas leves y fue atendido en el hospital Al-Ahli. El templo funcionaba como refugio para más de 500 personas desplazadas, entre ellas niños, ancianos y personas con discapacidad.
Desde el Vaticano, el Papa León XIV expresó su “profunda tristeza” y renovó su llamado a un “alto el fuego inmediato”. En un mensaje firmado por el cardenal Pietro Parolin, transmitió su cercanía espiritual a la comunidad afectada y destacó el compromiso pastoral de Romanelli, a quien llamaba diariamente desde el inicio del conflicto.
Las Fuerzas de Defensa de Israel afirmaron que la iglesia no era un objetivo militar y que investigan lo ocurrido. El Ministerio de Relaciones Exteriores israelí lamentó los daños y aseguró que “Israel nunca ataca iglesias ni lugares religiosos”.
La Cancillería argentina expresó su “seria preocupación” por el hecho y pidió garantías para la protección del sacerdote y de los civiles afectados. En tanto, la vicepresidenta Victoria Villarruel se pronunció con mayor firmeza, condenando el ataque y enviando sus condolencias a las víctimas.
El caso reabre el debate sobre la protección de lugares sagrados en zonas de conflicto y pone en evidencia el alto costo humano de la guerra en Gaza, que ya arrasó hospitales, escuelas y templos religiosos.