El Banco Central de la República Argentina (BCRA) profundizó en agosto su estrategia de absorción de pesos con un paquete de medidas que incluye el aumento de encajes bancarios, la eliminación de instrumentos de financiamiento pasivo y una suba generalizada de tasas de interés. La política busca contener la inflación y frenar la dolarización, pero ya genera efectos directos sobre el crédito, el consumo y la inversión.
Desde fines de julio, el BCRA eliminó las LEFIs, reforzó los encajes —que pasaron del 40 % al 50 %— y lanzó bonos en pesos con tasas superiores al 70 %. La suba de tasas nominales anuales (TNA) impactó en los depósitos a plazo fijo, que treparon de 31,28 % a 40,95 % en apenas dos meses. La disparidad entre entidades es notoria: mientras en Hipotecario se requieren $25 millones para generar $1 millón en intereses, en Masventas el capital necesario se duplica.
El economista Juan Dip, entrevistado en Canal Doce, explicó que el objetivo es “secar la plaza” para reducir la presión sobre el tipo de cambio. “Los bancos van a pensar dos veces antes de otorgar un crédito. El consumo no se está moviendo y otro sector afectado es la inversión”, advirtió.
La política contractiva también alcanza a las billeteras virtuales, que ven limitado su margen para pagar intereses. En paralelo, los servicios públicos y privados absorben una porción creciente de los ingresos familiares, restringiendo la capacidad de gasto.
En términos políticos, el Gobierno apuesta a que las tasas altas funcionen como ancla nominal para desacelerar la inflación. Sin embargo, el riesgo es que el encarecimiento del crédito profundice la recesión y comprometa la recuperación. En un año electoral clave, el desafío será equilibrar la disciplina monetaria con las demandas sociales de reactivación.