En el mundo de lo naturalizado, buenas son las excepciones. Son pocas, pero generan un atisbo de ilusión en el mar de las anomalías.
Los hay, pero no abundan según se lo mire desde el esfuerzo o de la desatención por mantenerlos en la medida de las posibilidades. En este panorama, El Brete sumó una cancha a la escueta nómina de las «que están lindas”.
Después de un tratamiento y cuidado respectivos, el Verdinegro de la avenida Alicia Moreau de Justo puso en condiciones “la de abajo” para los que la conocen y saben cobijarse a la sombra de las tacuaras que las rodean. En términos formales es la continua a la principal y se destaca por lucir un «verde parejito”. No es más ni menos que un terreno fértil para que la destreza se cuele en la odisea de adiestrar la pelota que en la mayoría de las opciones “pica mal” como reza el manual de lamentos del futbolista posadeño.
Lo particular es que esta nueva alternativa se destina exclusivamente a encuentros de divisiones inferiores. Ahí radica esta buena nueva. La observación general es motivo de otro análisis. Se trata de un aspecto clave, que es lógico, aunque por acá las cosas se hagan al revés y por reiteración se hagan costumbre.
Hay otros escenarios en condiciones que también se disponen para los más pequeños como los estadios de los «históricos», aunque estos remiten a excepciones o usos compartidos con la primera división. En su mayoría no se trata de lugares específicos como el caso mencionado de El Brete.
Pese a que su objetivo es el primer equipo, hay que destacar que La Cantera y San Francisco aportaron una luz en el camino con sus campos de juego principales remozados mientras van adecuando muy de a poco los terrenos opcionales que integran sus complejos deportivos y en los que juega el semillero.
Un tema excepcional es el de Crucero del Norte que cuenta con canchas auxiliares en condiciones en las que entrenan y juegan oficialmente sus formativas.
Si bien el predio del Colectivero en Santa Inés es producto de una gran inversión no se puede obviar que es consecuencia de una planificación y no solo del poder adquisitivo de los ideólogos desde donde se intenta justificarlo.
En este tema amerita detenerse: el de la infraestructura proyectada. Esta es una deuda pendiente. En gran medida para algunas instituciones que pudieron concretarlo con gestiones accesibles y prefirieron responder a las exigencias inmediatas.
Debería ser obvio lo de El Brete, porque es desde abajo y al comienzo donde el rodaje incorpora los saberes necesarios del aspirante a futbolista. Si estas prácticas no se incorporan se arrastran como falencias traducidas en los vicios irreversibles y comunes en el balompié doméstico.
Acostumbrados a nutrirse de valores foráneos ante el desafío de “las competencias serias” el recurso se suele limitar al origen o al nombre de pila justificado con que “los de acá no se comprometen con la causa”, los clubes posadeños tienen en su mayoría un punto diferido con el estado de los campos de juego considerando la incidencia que tienen en las aptitudes de los potenciales oferentes.
Ese requisito que va quedando al margen en lo cotidiano de la agenda termina siendo un condicionante en la proyección de los buenos y abundantes valores que pretendan formarse hechos y derechos en superficies acordes que permitan desarrollar sus aptitudes.
Fuente y Foto: Leo Furlan