El partido había terminado con la victoria de Mitre sobre Guaraní por 2 a 1 y el clima de fiesta lo arruinaron unos pocos que, incluso, pusieron en riesgo la vida de los verdaderos hinchas que concurrieron con sus familias la cancha auriazul.
Piedras, peleas, heridos, autos destrozados, casas atacadas, vecinos asustados, corridas, portones tumbados, balas de goma, todo lo que no debe pasar en el fútbol.
Eso pasó, a partir de los inadaptados, a los que poco les importa el fútbol, a los que espantan a las familias, como la que sufrió el golpe de una piedra en la cabeza de un niño, como consignó un uniformado.
En verdad, era un partido de los que debieron considerar de riesgo y adoptar operativos policiales preventivos, como establecer pulmones y estricta vigilancia entre los más beligerantes. Pero sería fácil culpar a los dirigentes o a la policía, los culpables son aquellos que, enojados por el resultado, comenzaron los disturbios y también aquellos que contestaron la barbarie.

Asimismo, un tirón de orejas para algunos integrantes del espectáculo, cuerpos técnicos y jugadores que hicieron lo suyo en el propio campo de juego, tras el final del partido, tienen responsabilidades y deben asumirlas.
Triste página para el futbol posadeño, erradicar a los violentos es la tarea, pero también pensar en trabajar con las fuerzas del orden para una correcta vigilancia y operativos que tiendan a alejar a los vándalos.




