Desde este lunes, el aire húmedo y espeso del Amazonas reemplaza al olor a petróleo que marcó la COP29 en Bakú. Con más de 50.000 participantes reunidos en la ciudad brasileña de Belém, la COP30 inicia sus trabajos con una misión urgente: evitar el colapso de la cooperación global frente al cambio climático.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva insistió en celebrar la cumbre en plena selva amazónica, pese a las limitaciones de infraestructura y los desafíos logísticos. “Queremos que las personas vean la situación real de los bosques, de nuestros ríos, de nuestra gente que vive allí”, expresó. La decisión busca que negociadores, empresarios y periodistas sientan de cerca el impacto ambiental en una región donde los habitantes caminan con paraguas para protegerse del sol abrasador y de los aguaceros vespertinos.
Un pulmón global bajo amenaza
El Amazonas, clave para la absorción de gases de efecto invernadero, enfrenta múltiples presiones: deforestación, minería ilegal, contaminación, narcotráfico y vulneraciones a los derechos de comunidades locales e indígenas. La elección de Belém como sede busca visibilizar estas problemáticas en el corazón mismo del debate climático.
Infraestructura en tensión, negociaciones en suspenso
A pesar de la intensa diplomacia desplegada por Brasil, la organización avanza con dificultades. Hasta el domingo, numerosos pabellones permanecían en construcción y persisten dudas sobre conectividad, alimentación y logística básica. “Nos preocupa tener suficiente comida”, admitió una fuente cercana a la ONU.
Pero el mayor interrogante recae sobre el contenido de las negociaciones: ¿podrá el mundo responder unido a las nuevas proyecciones del calentamiento global? Delegados intentan evitar un nuevo enfrentamiento entre países ricos y en desarrollo, y definir mecanismos de financiamiento para naciones golpeadas por desastres naturales, como Jamaica y Filipinas.
El debate por los combustibles fósiles
Uno de los puntos centrales será la hoja de ruta sobre combustibles fósiles que Lula presentó durante la cumbre de líderes. Desde el acuerdo de transición gradual alcanzado en Dubai en 2023, la presión de la industria energética y los Estados productores se ha intensificado. “¿Cómo vamos a hacerlo? ¿Habrá consenso?”, planteó André Corrêa do Lago, presidente brasileño de la COP30.
El umbral de los 1,5°C, cada vez más lejano
El Acuerdo de París de 2015 fijó el límite de aumento de temperatura global en 2°C, con esfuerzos para mantenerlo por debajo de 1,5°C. Sin embargo, António Guterres, secretario general de la ONU, reconoció que superar ese umbral es “inevitable” y pidió que sea “lo más breve posible”. Para ello, los países deberán reducir drásticamente sus emisiones, principalmente derivadas de petróleo, gas y carbón.
Voces desde los márgenes
Pequeños Estados insulares exigen que el fracaso en alcanzar el objetivo de 1,5°C figure oficialmente en la agenda. “No es solo una cifra, es una línea de vida”, subrayó Manjeet Dhakal, asesor del bloque de países menos desarrollados.
Ausencia oficial de Estados Unidos
Por primera vez, Estados Unidos no participa oficialmente en la cumbre. Aun así, Donald Trump se pronunció desde su red social, calificando como “escándalo” la tala de árboles cerca de Belém para construir una carretera.




