La actividad económica argentina acumula seis meses de enfriamiento, agravado por la volatilidad financiera y el endurecimiento del crédito. Tras el revés electoral en la provincia de Buenos Aires, el Gobierno nacional inició un repliegue de tasas en pesos, buscando reducir el costo del financiamiento privado y contener el deterioro productivo. Sin embargo, persisten dudas sobre su impacto inmediato.
Desde julio, tras el desarme de las Lefis, las tasas nominales para adelantos a empresas escalaron del 31% al 93%, estabilizándose luego en torno al 70%. En la última semana, el Banco Central redujo los retornos de corto plazo en BYMA del 45% al 35%, y la tasa de cauciones a un día cayó al 31%. La TAMAR mayorista descendió al 59%, mientras que los adelantos empresariales se ubican en 60%, aún positivos en términos reales frente a una inflación proyectada del 20% anual.
La morosidad alcanzó máximos históricos, y el crédito a familias y empresas muestra signos de agotamiento. Según el Banco Provincia, la economía bonaerense encadenó seis semanas consecutivas de caída, con una contracción del 1,4% en agosto. Indicadores como el consumo de cemento (-0,6%) y los patentamientos de autos (-3,1%) refuerzan el diagnóstico de estancamiento.
Especialistas advierten que la baja de tasas puede aliviar tensiones en las cadenas de pago y reactivar parcialmente el capital de trabajo, pero no se espera un repunte sostenido sin definiciones políticas y señales de estabilidad post-electoral. La capacidad ociosa industrial y el consumo deprimido limitan las perspectivas de inversión, salvo en sectores exportadores con dinámica propia.
Fuente: Ámbito